21 de junio de 2016
DAVID TRUEBA El panorama es desolador. Nunca ha estado tan
desprestigiado estudiar ni tan prestigiado ser imbécil. Nunca la propaganda
comercial ha puesto tanto empeño en disfrazar el vacío de plenitud. Nunca
estuvo tan abandonado el valor educativo sin un gramo de culpa
Hoy es martes, pero en estos días muchos españoles se enfrentan
a una elección trascendental. Son los españoles que más cuentan, aquellos que
aún no se mueven por rencores ni prejuicios adquiridos, sino que cuando
levantan la cabeza lo único que ven es el futuro. Son los que saben que nadie
va a venir a solucionarles la vida, sino que aspiran a sumergirse en un reto
personal e intransferible y lo hacen con enorme convicción. Están a punto de
dar un paso trascendental, después del lujo de la irresponsabilidad.
Su elección es callada, en muchos casos sin publicidad ni
cámaras, sin campaña, sin demasiada información, sin que sean válidos los
consejos de los que antes pasaron por ello, porque la experiencia es un valor,
pero nunca dos vidas fueron idénticas. Muchos jóvenes españoles, después de
pasar el examen de Selectividad, que será sustituido por exámenes similares con
otro nombre tan feo, afrontan en estos días el proceso de matriculación en sus
universidades.
La elección de lo que van a estudiar en los próximos cuatro
años, de dónde van a colgar su esfuerzo, de cómo van a transformar su vocación
y su pasión en una profesión, es una de las elecciones más trascendentes, por
mucho que nadie parezca prestarle atención. El futuro de nuestro país depende
de ello, porque del acierto al escoger y del funcionamiento universitario pende
nuestro destino.
Hay muchos jóvenes a los que su entorno intenta inclinar hacia
carreras cargadas de promesa de empleo, de futura estabilidad, de rentables
ingresos. Ojalá que su perspicacia les ayude a entender que lo más rentable de
una vida profesional es entregarla a aquello que te apasiona. Supongo que a
estas alturas ya han catado el sabor de la estafa, la amarga conciencia de que
no todo lo que te cuentan es verdad, la insistencia de ejemplos muy relevantes
por convencerlos de que el oportunismo, la trampa y el arribismo siempre se
salen con la suya.
Aún no saben que toda carrera te decepciona. No puede ser de
otra manera si guardas enormes aspiraciones. Pero a lo mejor encuentran una
asignatura, un profesor, un compañero, un cruce de senderos, una intuición que
les guíe hasta ese sitio en el que imaginan la vida plena de adultos. El panorama
es desolador. Nunca ha estado tan desprestigiado estudiar ni tan prestigiado
ser imbécil. Nunca la propaganda comercial ha puesto tanto empeño en disfrazar
el vacío de plenitud. Nunca estuvo tan abandonado el valor educativo sin un
gramo de culpa. Por eso lo tienen más difícil que nadie. Y estos días su
elección y su tino dibujará nuestro futuro.